jueves, 21 de agosto de 2014

Crónica de las aventuras de Ontromus en las Jornadas Salambina

¡Bueee-naaas! 

Soy consciente de que tengo un par de crónica pendientes desde hace un tiempo. He estado tentada de escribir primero la de las Tierra de Nadie, porque las tengo más recientes (y porque han sido tan geniales que haría la crónica mil veces), pero mejor ir por orden para no perder el norte.

Así que aquí está mi crónica personal e ilustrada de las aventuras y desventuras de Ontromus en las Jornadas de Rol Salambina.

Todo empezó el sábado 12 de julio por la mañana, cuando, ojerosos y madrugadores,  mi maquetador y yo (con mis libritos a la espalda, por supuesto) pusimos rumbo a Salobreña. Nunca antes había ido a unas jornadas de rol, y lo que encontré allí fue mejor de lo que esperaba.


Mesas por todas partes, gente echando partidas de todo tipo de juegos, una ludoteca llenita de juegos de mesa, tiendas... Había mucha gente por allí y muchas actividades que buscaban jugadores. Más perdida que Nemo, fui a la caseta de información y allí me dijeron que me diese una vuelta por el recinto y que luego me volviese a pasar por allí para decirles qué sitio me gustaba más para montar la presentación, y así poder anunciarla a diestro y siniestro. Como tenía total disponibilidad de tiempo y lugar, decidí sumergirme por la mañana en las jornadas y así decidir cómo organizarlo todo mejor.

Así que nos dimos una vuelta y acabamos por apuntarnos a una partida de rol en mesa de Yggdrasil, un juego basado en la cultura vikinga, ya que conocimos por casualidad al máster que la iba a dirigir cuando estábamos en la ludoteca. No tengo fotos de la partida, pero estuvo muy chula. 

Y hablando de vikingos... ¡También estaba esto!


Los responsables de este expositor iban vestidos de vikingos. Y hacían escudos y otros chismes. Y el perro era muy simpático. ¡Y encima, después de comer, organizaron una auténtica exhibición de pelea vikinga! Esto es del Lethani, señores. Me encantó todo.



Después de mucho hablarlo, me decidí a montar las cosas para la organización en la ludoteca, pues habría gente jugando y pululando por allí y tal vez podríamos captar más la atención de los oyentes. Al final nos dimos cuenta de que allí dentro había mucho ruido y no se nos iba a oír, así que nos pusimos en el exterior, junto a las puertas de la ludoteca.




Tuvimos poco público, pero interesado. Fue una charlita corta seguida de muchas preguntas, por lo que fue más un coloquio que una charla unidireccional. Lo cual me encanta, porque así es todo mucho más cercano y divertido. Además, al estar en mitad de unas jornadas de rol, pudimos ahondar en temas que normalmente no tocamos cuando estamos en ambientes más puramente literarios, como la posibilidad de adaptación de la historia a unos u otros juegos de rol.



Lo mejor es que, después de la charla, la gente seguía interesándose por el libro y se acercaban a comprarlo. Fue bastante curioso estar echando unas partidillas con los libros sobre la mesa y que, de vez en cuando, se acercase alguien a preguntar por Ontromus. Es sencillamente genial.

Sólo estuvimos un día, pero lo pasé de maravilla. La presentación fue muy agradable, las ventas fueron satisfactorias y, encima, descubrí nuevos juegos que me han encantado (como el Ubongo, un verdadero vicio, el Laberinto Mágico o el propio Yggdrasil). ¡Y también vi vikingos peleando! ¿Quién pide más?



Así que, cansados y con mucha pena por no poder quedarnos más tiempo, los dos ontromuseros emprendimos el camino de vuelta con agujetas en las mejillas y en la barriga de tanto haber reído durante todo el día. Y, sobre todo, con muchísimas ganas de repetir la experiencia.

Es por eso que, un mes después, nos lanzamos con tantas ganas a las Tierra de Nadie. Pero eso es una historia distinta que será contada en otra ocasión.


Celia.

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